El Ferrari enterrado en el jardín
La historia es digna de película. Cuesta entenderla, pero con el tiempo se fueron obteniendo datos de fuentes oficiales y pudimos hilarlo todo.
En 1978, en el jardín de una vivienda de clase media en Los Ángeles, los hijos de una familia que acaba de mudarse a esa casa, juegan a cavar en el jardín. Los padres se lo permiten, ya que el césped no se encontraba en un estado muy frondoso; más bien todo lo contrario. Tras llevar un rato ahondando, la tierra parece que se acaba, hay partes duras que no permiten seguir “jugando”. Uno de los críos avisa a la madre de que la parte de abajo del jardín está dura, que ocurre algo raro. La madre, por insistencia del niño, acude a comprobarlo livianamente cuando ve que sí, que está duro y bastante. Trata de esclarecer algo más el terreno, y ante la sospecha de que hubiese enterrado partes de un coche o similar, opta por llamar a la policía, en parte porque el año anterior estalló en EEUU la noticia de una mujer que fue asesinada y enterrada en su propio coche; mejor no meterse en líos. Al rato ya estaba allí la patrulla del lugar, y un equipo de rescate con una pala excavadora, que por cierto acabó dañando bastante el vehículo al sacarlo (quién lo iba a saber, se lo perdonamos). Tirando del bulto enterrado, comenzó a salir lo que parecía un coche deportivo y era nada menos que un Ferrari Dino 246 GT V6 2.4 con 195cv, en un estado bastante bueno como para estar bajo tierra.
Grata y extraña sorpresa por la espectacular máquina, y alivio porque, al menos, dentro no había cadáveres.
Ningún vecino pudo aportar ningún dato a la investigación, pero la matrícula del vehículo se mantenía original y facilitó las averiguaciones. Se trataba de una unidad vendida 4 años atrás en el concesionario “Hollywood Sports Cars”, conocido por ser frecuentado por estrellas de la época buscando caprichos.
¿Quién era el dueño entonces? ¿Y qué hacía el coche allí?
Esta parte de la historia ya tiene, si cabe, más miga. Nos remontamos a 1974, un ciudadano corriente llamado Rosendo Cruz -fontanero de profesión-, había decidido volver a enamorar a su esposa y regalarle el impresionante deportivo para su aniversario de boda. Pero las cosas no le iban muy bien a Rosendo, por lo que ideó un plan anexo a la felicitación. Acordó con dos amigos fingir el robo del coche mientras él cenaba con su esposa en un restaurante, y así lo hicieron los dos cómplices. Él recuperaría los 22.500 dólares de la época que pagó por el Ferrari a través del seguro antirrobo que le había hecho. En efecto, Farmers Insurance Group entregó a Rosendo el importe íntegro que éste había pagado y el asunto quedó zanjado. La idea era que los encargados del robo tiraran el coche al mar, se llevaran una parte por el trabajo sucio y aquí no ha pasado nada. Pero los dos ladrones no fueron muy buenos compañeros de plan, y decidieron por su cuenta enterrar el coche en un solar deshabitado en ese momento, con la idea de recuperarlo más tarde y sacar un beneficio extra. No contaban con que poco después de la hazaña, sobre el terreno se haría una vivienda para ser vendida.
Tras esclarecerse la investigación, el coche fue entregado a la aseguradora que pagó el importe años atrás, que lo puso a la venta al encontrarse con una pieza llena de óxido y poco aprovechable para ellos. Un mecánico de la zona pagó poco más de 6.000 dólares por el coche repleto de corrosión, pero hoy día se encuentra restaurado a la perfección y en estado de concurso.
Como recuerdo a su pasado bajo tierra, en la matrícula trasera típica de EEUU podemos leer Dug Up, que significa “El Desenterrado”.