¿Qué le pasa a mi clásico, doctor?
Y digo esto porque la aventura de tener un vehículo clásico en nuestro bendito país, se está convirtiendo en una odisea a lo que se suma las cada vez menos experimentadas manos de talleres y profesionales que cuando ven entrar un coche clásico por la puerta del taller empiezan a “jurar en arameo” y en la que en ocasiones la situación se convierte en rocambolesca.
La incipiente implantación de la electrónica como herramienta de diagnóstico habitual en vehículos actuales y la nula o escasa formación teórico–práctica de la mayoría de jóvenes que empiezan en este apasionante mundo, hacen de la afición y el mantenimiento adecuado de nuestro clásico a veces un verdadero quebradero de cabeza, ya que no conseguimos dar con profesionales debidamente capacitados para, en ocasiones, diagnosticar y solucionar una avería relativamente sencilla.
Mi intención en este artículo no es cargar las tintas contra los profesionales del sector, puesto que en la mayoría de casos se justifica que los medios tanto técnicos como humanos han ido evolucionando a medida que lo ha ido haciendo la tecnología del automóvil. Algo que a mi modo de parecer es lógico pero aun sin ser un experto en la materia, cuestiones como el orden de encendido en un motor de explosión o como funciona un carburador deberían ser temas que los jóvenes mecánicos de hoy deberían conocer.
Gran culpa de lo que está sucediendo en el sector del motor clásico tiene que ver con la poca o nula cultura automovilística de nuestro país y en la que en vez de mantener y preservar el legado de una parte de nuestra historia social e industrial como es el automóvil, se ha promovido la cultura del achatarramiento de todo lo antiguo o viejo sin miramientos, en la que los jóvenes profesionales de hoy se encuentran sin una formación adecuada para dar respuesta a las necesidades de mantenimiento que requieren nuestros queridos clásicos.
Desde estas líneas quiero romper una lanza a favor de esos pequeños talleres de toda la vida regentados todavía por profesionales que peinan canas ya, sus manos los delatan y cuando ven tu coche entrar por la puerta, clavan esa sonrisa entrañable en tus ojos.
De repente el miedo ha desaparecido. De aquellos polvos estos lodos, como dirían nuestros abuelos.
Carlos Pérez
"Persona integra y un caballero", he oído decir.
Gracias de antemano.