VIII Vuelta Invernal al Mar Menor
Han recorrido, bajo la modalidad de ruta flechada, dos itinerarios de alrededor de 200 kilómetros cada uno.
El sábado 30, tras el desayuno del grupo, los participantes se adentraron en la Vega Baja para cruzar los bellos parajes de Orihuela, el Cortao de las Peñas de Fortuna y, con la impresionante Sierra de la Pila al frente (en su cercanía, la mayor cantera de mármol del mundo), girar hacia las montañas que flanquean el Valle de Ricote. Todo ello en medio de un verdor desacostumbrado, propiciado por las últimas lluvias y unas condiciones meteorológicas tan favorables que hicieron pensar en un cambio de nombre del evento. Las excelencias del trayecto, siguiendo a un crecido río Segura, conocidas por solo una parte de los viajeros, con sus norias, los antiguos puentes y un jardín de kilómetros con aromas de romero y limón, no dejaron a nadie indiferente. Una comida de camaradería en El Raal y el último tramo, el Cabezo de la Plata y su paisaje marciano para cruzar el balcón entre Columbares y Altaona, poblado de pinos y fósiles marinos, y asomarse al mar y al verdor con las luces mágicas de la caída de la tarde.
Tras una breve parada motera, cena en Los Alcázares, en uno de los últimos balnearios que quedan en pie y el más bello, el San Antonio. A dormir con 230 kms en el cuentakilómetros. Vespinos incluidas, duras como las que más. Y a destacar sus pilotos con acompañantes inclusive.
El domingo, día de sol espléndido y chocolatada en el Recinto Ferial de San Pedro, amablemente cedido por su Ayuntamiento y, a continuación, bordeando un Mar Menor siempre hermoso (a pesar de los desaguisados que nos empeñamos en regalarle), Cabo de Palos (con su sendero maravilloso de Cala Reona a Calblanque, sus fondos privilegiados para el buceo y su fachada marinera inigualable), toda la Manga, tocando casi el agua de los dos mares en sus tramos más estrechos, almuerzo en el Puente de la Risa y vuelta por las Salinas de Marchamalo y el feraz campo de Cartagena, para adentrarse en la Sierra Minera. Allí pasamos por Portmán (el Portus Magnus romano, por dónde embarcaban la plata obtenida en las ricas minas de la zona), vimos la modernidad industrial del Valle de Escombreras y la bimilenaria Cartagena, en cuya plaza más señera, junto al puerto y la entrada por mar del Arsenal Militar, se ofreció una degustación de la exquisitez por excelencia de nuestra comarca: las salazones. Y, con el Mar Menor de nuevo como referencia, comida y regreso a San Pedro del Pinatar para la chocolatada, entrega de trofeos y sorteo de diversos productos, entre ellos la Vespino que ya constituye la traca final de dos días que resultaron, en opinión de todos, participantes y organizadores, magníficos.
Desde estas líneas damos las gracias al Ayuntamiento de San Pedro del Pinatar, empresas colaboradoras, organizadores y participantes. Esperamos rodar una vez más con todos en este 2020.