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Citroen Traction Avant "El Once Viajero"

06 Octubre 2017 // Historia

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Como sabéis los entendidos, para una simple boda, realizamos durante más de una semana las comprobaciones de rigor para que no se nos pare, y con el miedo en el cuerpo respecto del qué pasará durante el transcurso del trayecto hacia la boda y si con nosotros la novia llegará a tiempo.

En este viaje estamos experimentando eso del “qué podrá pasar”, con el coche marca Citroën Traction y en especial con nuestro Once Viajero.

Ya llevo 30 años conduciendo, comprando y vendiendo coches clásicos, no como negocio, sino como coleccionista. Y de todos los coches que he tenido de la marca Citroën Traction, que no han sido pocos en estos años, los he tenido comerciales, familiares, malle plate, y nunca me he desprendido de esta unidad, El Once Viajero. Esta unidad está totalmente de origen, sus bajos están perfectos, su tapicería y su techo son los originales con los defectos y con la suciedad del paso de los años. Solo le han sido colocadas unas fundas en los asientos para adecentarlos. El motor es el suyo, nunca se ha rectificado o reparado solo sacado para pintar y volver a colocar.

El color del coche de nuestra historia era negro, como negros lo son la totalidad de ellos, esto provocaba que desde lejos no sabía cuál era el mío cuando asistía a las concentraciones, solucioné el problema pintándolo como un bugati de los años 30.

Este coche tiene su historia: perteneció a un médico de Burdeos y los que sois ya muy veteranos en esto, seguro que conoceréis a la persona que me lo vendió, que fue Dominique Lacoste, un gran vendedor de Citroën Traction que vendía ya hace muchos años en Francia los coches de esta marca. Por el que pagué, en aquella época, un millón de las antiguas pesetas.

Desde que llegó a casa, este coche era especial, me mostró que tenía algo que yo llamo alma. Sí, alma.

Los veteranos sabemos que en muchas ocasiones te gastas mucho dinero en un coche y le pones toda la ilusión del mundo y nunca llegas a disfrutarlo. Hoy te deja tirado, ahora no arranca, lo reparas una vez y otra, le empleas mucho dinero y termina convertido en tu pesadilla. Este es el motivo, por el que, aunque en la cochera de mi casa entraron piezas de la misma marca y modelo, dignos de admiración, a nuestro Once nunca lo vendimos.

Pues bien, este es todo lo contrario: solo requiere las revisiones normales de cualquier coche y como tiene alma, lo que quiere es vivir lo que su dueño del tiempo anterior le negó, es decir, viajar y juntarse con los coches actuales de toda modernidad en las grandes vías y carreteras del siglo XXI.

Debéis saber que nuestro amigo ya ha conseguido realizar y culminar viajes de 3600 kilómetros en 9 días, con la sola avería de un pinchazo.

Y en esta ocasión va camino de convertirse en todo un campeón, puesto que no era capaz de pensar que en un coche con estos años, después de estar 4 días mojándose sin parar, no le entrase ni una gota de agua en el interior de su habitáculo.

Pues sí, señores, ese es el El Once Viajero.

Después de 16 días de viaje y 3644 kilómetros conducidos y 952 kilómetros navegando en el buque que parte desde Bilbao a Portsmouth y de Dover a Caláis.

El coche se ha comportado perfectamente, no ha gastado nada de agua y poco

menos de medio litro de aceite en todo el recorrido

Cuantas cosas vividas en tan poco tiempo... Subida hasta Madrid desde Elche, el primer puerto de Somosierra de 1440 metros de altitud, nuestro paso por la bonita Burgos, nuestra llegada a Bilbao, donde paseamos por sus calles y nos hospedamos en ese bonito hotel en lo alto de colina con vistas fantásticas a Bilbao, pero con una cuesta final de 3 kilómetros, que nos ha recordado a el Tourmalet.

Nuestro viaje en barco con el Once Viajero, navegando toda la noche hasta Portsmouth. Con el encanto que tienen los viajes en barco, hablando por la noche con los camioneros españoles que todas las semanas abastecen al Reino Unido de frutas y hortalizas frescas.

Nuestra llegada a Portsmouth, la aventura de conducir por la izquierda y además con un coche clásico que provoca más adrenalina que tirarte por el Dragon Khan.

Nuestra visita a Stonehenge y el recibimiento de los guardias del parque, que nos preguntaron de donde veníamos y hacia dónde íbamos, mostrándonos sus caras de incredulidad.

Nuestra visita a Londres, donde nos hospedamos en el hotel más sucio de Europa, pero en el hotel que más cariño y admiración mostraron sus empleados, nos hicieron olvidar lo sucio que estaba el hotel. Las horas perdidas en la embajada, para pedir el salvoconducto de mi hijo Alejandro que perdió su DNI. El cariño que nos mostraron en la querida Embajada Española, invitándome a esperar en la calle cuando más llovía.

Nuestro paso desde Dover a Dunkerque, donde pude hablar con coleccionistas ingleses que me dieron ánimos y me deslumbraron con sus piezas de museo andantes, dos Bentleys años 30 que partían hasta Bélgica a una concentración... ¡Qué recuerdos!

La llegada a Calais sin Alejandro, que partió hacia España para solucionar lo de su DNI. Mi salida hacia Brujas, donde casi me quedo sin gasolina, y un matrimonio francés se portó de maravilla llevándome a una gasolinera y pagando ellos con su propia tarjeta.

¡Cuánta gente buena afortunadamente hay en el mundo!

El hotel en Brujas, no se me olvidará en mucho tiempo, cerca de una de las ciudades con más encanto y más bonitas del mundo.

La salida a Amberes, por la campiña belga con unos parajes de ensueño. Donde parecía que había retrocedido en el tiempo. La llegada a Amberes y a Rotterdam con su tránsito portuario y el peligro de conducir entre cientos de camiones.

La llegada a Amsterdam a un hotel de propietarios alemanes, a pocos kilómetros de la ciudad. La visita a sus molinos, la bonita Volendam que en holandés es "Folendan" y que parece sacado de un cuento de hadas.

Tener que renunciar a algo que era nuestro sueño, llegar a Cabo Norte. Fuimos realistas y durante la primera quincena de agosto no se puede arriesgar a subir hasta allí con tanta lluvia y el mal tiempo que pronosticaban, por lo que tuvimos que renunciar a ello.

Nuestro viaje de vuelta hasta España, recorriendo tantos kilómetros en solo tres días, circulando por parajes de Holanda, Bélgica y Francia en carreteras nacionales que permanecerán en nuestra memoria para siempre.

Viajar es una experiencia única que te abre la mente y te enriquece como persona. Este viaje durante los días que ha durado, nos ha hecho olvidarnos de la rutina diaria y experimentar VIVIR, ¡sí, en mayúsculas!

Nuestro Citroen Traction Avant tiene Alma como os comenté, ni se pincha, ni se calienta, ni se rompe.

Enhorabuena Once Viajero.

Antonio Torres Bravo

Alejandro Torres Ruiz

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