En Biscúter por La Rioja y Álava: ¡esto es pasarlo bien!
Ahora que están tan de moda los libros de autoayuda, de psicología, refuerzo e ideas diversas para disfrutar plenamente de la vida, yo propongo una solución más eficaz y sin perder la onda de la modernidad. Pongamos que, para ser felices, cocinamos una buena ruta en la mejor de las compañías, con un buen puñado de amigos, unos buenos ingredientes como lugares maravillosos que visitar, y el ingrediente mágico que hace único nuestro menú: un maravilloso Biscúter. La receta es de José Ramón, Gloria, Sara, José Ángel y Conchi y como chef, Ramón Pradas. ¡¡Ahí es nada! La propuesta es sencilla pero suculenta. Os la contamos y al final de ella, nos diréis si hace falta algo más para ser feliz.
Para empezar, cojamos un lugar de esos con solera y nunca mejor dicho: Logroño. Pónganse unas pizcas de laurel añadiendo buen vino y pan... con lo que sea. Cocinar a fuego lento, hasta bien entrada la noche (se puede añadir una “copica” para descansar posteriormente). Añadiremos una ración de Cameros, concretamente de Nieva, allí donde el embutido todavía es casero y tiene un toque que sabe a gloria. No podemos bajar La Guardia y pondremos un toque de choricico aderezado de patatas de las de Villa Lucía y lo dejaremos todo en ebullición hasta llegar a Miranda de Ebro, donde reposará. El compango debe tener una pizca de sal de Añana para darle el sabor que distingue al mejor menú; pondremos en la cazuela de Villanañe unos gramos de Torre Varona, conocidísimo ingrediente alavés que le dará un toque de nobleza a nuestro guiso. Y como el plato va tomando cuerpo lo dejaremos en reposo, no si antes remover lentamente, pausadamente, como lo harían antiguamente en el Palacio de Azcárate las buenas gentes de Ezcaray.
Y para que los sabores no pierdan temperatura, tras el descanso, habría que darles unos abrigos, como si lo estuviésemos haciendo con las mantas y paños propios del lugar. Repuesto el calor necesario, no hará falta añadir ni gallina ni gallo, aunque estemos tentados por tenerlos tan a la mano en Santo Domingo de la Calzada. Sin embargo, le pondremos un chorrico de tinto y si es de Haro, mejor que mejor. Para templar sabores y que el alcohol reduzca, nada mejor que ponerlo a fuego lento, al estilo de los Monjes de Suso, aquellos de San Millán de la Cogolla, donde dicen que nació el castellano.
Toda buena mesa debe tener viandas de calidad, y para ello cortaremos unas finas lonchas de jamón. Dicen que en Baños de Río Tobía tienen del bueno. Los Monjes de Valvanera nos lo han aconsejado y nos darán su receta para condimentar un plato que nos sabrá a gloria. Ellos cocinan como los ángeles cantores y parece como si la mismísima Virgen de Valvanera se hubiera puesto el delantal y … venga, manos a la masa. Antes de reposar es momento de acordarnos de un buen amigo que, sin duda, hubiera disfrutado de estos fogones: Francisco Clota, que fue el mentor de esta experiencia. Con pan y buen vino se anda el camino, dicen los de Tricio y con un toque de caracolero con aroma a campo de la Basílica de Los Arcos, nos pondremos en marcha para cocinar el plato.
Si debemos proveernos de viandas, como el peregrino lo hace de calzado para su viaje, creo que por Arnedo podremos encontrar ambas cosas. Que no es cosa de broma el manjar que estamos cocinando. ¿Y si nos alegramos con la chispa burbujeante de un cava riojano? ¿Acaso no hay cocinero que no levante el codo un poquito para aliviarse de los calores de los fogones? Ya descansaremos después en Grávalos y si se tercia hasta podremos maridar los caldos y manjares con un buen masaje y unos baños que nos libren de los malos humores.
Con el caldero dispuesto, nos disponemos a volver a nuestro menú… pero ¡oh, problema!, el tronco de leña no arde, ¿no será que nos hemos traído el fósil de Igea?. Vaya que el que cuece y amasa de todo le pasa; pero como todo maestrillo tiene su librillo nos iremos a Córnago, al pie de su famoso castillo y allí podremos recoger la yesca que nos haga falta terminar nuestro guiso; aunque a fuerza de ser sinceros, después de la caminata no podemos dejar de pasar por los baños del Balneario de Grávalos.
Es que le cogemos el gusto a lo bueno, como lo hacían antaño. Por Aguilar del Río Alhama dicen los del lugar, que sus antepasados ya se lo montaban bien en Contrebia Leucade y no les faltaba de nada, tanto es así que se enteraron los romanos y hasta allí se fueron para apuntarse a los manjares y ¡joder! tanto les gustaron que hasta se quedaron un buen tiempo.
Con los ingredientes listos en nuestra marmita viajera, solo nos falta el postre. Y como a todos nos gusta el comercio y el bebercio, en Logroño nos juntaremos al amor de una buena compañía. Si tenemos todo: ingredientes de primera, caldos para enamorarse, buenos amigos, pan y hambre, ¿qué nos falta? Pues un ratico de música con jotas riojanas con la que alegrar los corazones y meterle mano al postre. ¡Y Vaya postre! A algunos le asaltaron las dudas… que si no podrían masticarlo porque era de chapa; que no, que es de azúcar… “anda este, es que no te has dao cuenta que es de chocolate”… Y entre duda y mordisco, entre mordisco y dudas el Biscúter chocolatero va quedando desguazado.
A estas horas en la bodega ni los francos, ni los españoles estamos para nada, la pitanza llega a su fin. No sin antes y para que todo salga redondo los que idearon esta receta hagan magia con sus regalos y recuerdos, y como en juego de niños ponen la guinda que busca la felicidad con un sorteo en el que la suerte se completa cuando algo te toca, da igual si es un pito o una pelota, lo importante es el lugar, es el momento, es la compañía… es el Biscúter.
Francisco Clota, no te preocupes has estado aquí, no era necesario verte, solo sentirte y con el trabajo de José Ramón, Gloria, Sara, José Ángel, Cochi, Brauli y Ramón Pradas se ha conseguido y se conseguirá en próximos años. Mientras haya Biscúter y buenos amigos habrá felicidad y tu estarás con nosotros.
Texto: José Martínez.
Fotos: Diversos participantes