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De nuevo de viaje...

26 Octubre 2015 // Historia

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Esta no era la primera vez que lo hacíamos: mi mujer Antonella y yo, en el año 2000, viajamos desde New York hasta San Francisco con una Fiat 500 R del 1975 pero la novedad de este viaje era la presencia de mi hijo. Yo tenia curiosidad por descubrir como reacciona un adolescente de 12 años de frente a su primer viaje de “traveller” por el mundo. Por el coche, no teniamos eleccion: familia más grande... coche más grande! Estoy seguro que desde esta colina con vistas sobre Beverly Hills cada uno de nosotros está recordando todas las etapas de este viaje: han pasado sólo tres semanas, pero me parece un siglo desde que aquel 7 de agosto, con un par de días de retraso en nuestro plano de viaje, nos devolvieron a Teresa (con este nombre mi hijo Giancarlo bautizó la Autobianchi Giardiniera 500 del 1971), y pudimos comenzar nuestro viaje con destino Ovest. Durante 20 dias, hemos recorrido 13 estados americanos con una magnifica y lenta andadura, desde la neurótica Gran Manzana hasta la soleada y tranquila California. Hoy estamos felices y satisfechos, y finalmente podemos concedermos un par de días de merecido descanso en el Motel Sea Sprite, en la brillante costa de Hermosa Beach.

Sentimos emociones opuestas, contradictorias: felices por el resultado final de la aventura y tristes porque terminó. Hemos recorrido un largo camino a través de bosques, desiertos, campos de maiz, pueblos fantasmas, y hoteles perdidos en medio de la nada, y despacio, sin prisas, hemos recorrido estos 6.500 kilometros que nos separaban y nos han conducido hasta la ciudad de Los Angeles. Por lo tanto, comenzando nuestro viaje desde los almacenes del puerto de Nueva York, lugar que nada tiene que envidiar a los tugurios de los bajos fondos visitados por Starsky & Hutch, dirigimos la 500 hacia Washington, porque el día después nos esperaba un desayuno muy especial. En Great Falls, Virginia, todos los sábados por la mañana desde las 7 a las 9h, una multitud de apasionados se reúnen para meter la cabeza en el capó del coche del vecino y descubrir los secretos del doble carburador, saboreando al mismo tiempo el café de Katie.

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Nosotros bebemos nuestro café con Mark, que es el representante local del DC Fiat Club y propietario de una maravillosa 500 Lujo del 1971; por la tarde, nuestro simpatico anfitrión, nos dará una breve y rapida vuelta por la ciudad Washington, ciudad de estilo europeo con un gran espacio verde alrededor del río Potomac. Y, delante de la Casa Blanca, no podemos evitar de hacernos la foto recuerdo

Virginia no reserva grandes emociones ni curiosidades, a excepción del gran número de Iglesias (una detrás de otra) de diferentes religiones presentes en la ciudades: Bautista, Presbiteriana, Metodista, Jehová… Y precisamente, a proposito de este tema, mientras echaba gasolina sucedió que el conductor de una bonita Ford de los años 20, me invitó a “conocer algunas personas” que me ayudarian a sentirme “menos solo en este mundo” . Por un momento pensé estar viviendo una pelicula de los hermanos Coen. {adselite} Entramos en Tennessee a través de la maravillosa carretera estatal 70 y llegamos a Nashville donde nos espera la visita del Lane Motor Museum, una exposición fantástica dedicada exclusivamente al mundo del automovilismo... ¡europeo! El tema de este verano son los coches franceses, pero la exposición es mucho mas amplia, iniciando por los microcoches (una gama increiblemente completa) y terminando con los coches de las ex-repúblicas del Este. No faltan vehiculos prestigiosos cómo un Citroën M35 (vehiculo experimental dotado de motor rotativo Wankel, del que en todo el mundo existen solo alrededor de 60), o el 2CV Sahara, una Deuche equipado con tracción total gracias a un segundo motor trasero (tan raros como el agua en el desierto). Una mención especial para el diorama, tan perfecto en cada detalle que impresiona.

Para terminar, David, el simpatico director del museo, nos muestra la oficina mecánica, donde tiene una maravillosa Panhard DB y una Topolino en restauración, hacen sitio, por desgracia, a nuestra Teresa, que despues de las fotos de rito delante de la entrada principal, ha comenzado a hacer ruídos feos y chirridos metálicos: buje. Greg, el mecánico del museo, immediatamente se puso manos a la obra y en 36 horas desmontó el motor, costruyó un buje nuevo y posicionó el bilcilindro en su lugar: ¡fantástico! No faltan los precios muy bonitos, como la Citroen M35 (un esperimento con motor rotativo Wankel) o la 2 Caballos SAHARA, con segundo motor detrás y tracción total.

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Llegamos a Memphis para ver el reino del “King of Rock”. Y el Rey no está muerto, el (re)vive en Graceland, un parque que permite de respirar la atmósfera decadente del icono del rock de Memphis, donde están sus automoviles también. Él tenía preferencia por los Cadillac, pero también se pueden ver Harley Davidson e incluso un Mercedes chapado en oro.

Dejado Tennesse y Arkansas sin lugares particulares, es entrando en Oklahoma cuando nos pasa algo increible: la policía nos multa por exceso de velocidad. Luces, sirena, “no se muevan del auto”, manos sobre el volante, licencia... toda la famosa liturgia pero, unos minutos después, la simpatía del coche gana y el sheriff nos deja marchar sólamente con un “warning”.

A Oklahoma City entramos por la mitica Ruta 66, y durante el viaje nos permitimos varias paradas para cafés, fotos, museos y hermosos imprevistos. Por ejemplo, tras la decepción porque el Museo Route 66 en Clinton estaba cerrado, pocos kilómetros después nos llevamos la bonita sorpresa del Car Show de Prague. Es impresionante la concentracción de ‘muscle cars’ del periodo dorado, desde fab Sixties hasta midad de los años '70: Dodge Challenger, Ford Mustang, Plymouth Barracuda, Pontiac GTO, Chevrolet Camaro. Atraversando el Texas, el estado más grande de los Estados Unidos, pasado Amarillo, hay el famoso Cadillac Ranch. Al lado de la I-40, es una obra del 1974 de un colectivo de artistas de california, con 10 chatarras de coches Cadillac, plantadas en la tierra; es un work in progress, porque el público puede contribuir coloreando con sprays.

Seguimos hasta Tucumcari, que nuestra guía Lonely Planet dice interesante y pintoresca porque uno de los pueblos donde hay todavia la atmósfera Route 66. Ya estamos de lleno Nuevo México, famoso por las reservas Navajo, y nos quedamos en Albuquerque para visitare Santa Fe, junta gracias al Turquoise Trail, una hermosísima pista que pasa por los desiertos.Dejamos Nuevo México y entramos en Arizona, y visitamos listo la Foresta Petrificada, un magnífico trayecto automovilístico en un parque natural con árboles que milliones de años han transformado en piedras. Estamos ya a unos cientos kilómetros del océano Pacífico y nos falta una etapa fundamental en nuestro viaje: tenemos que pasar a Fresno para encontrar nuestro sponsor, la Beretta/Busseto Salumi.

Para llegar a California pasamos por Las Vegas y sufrimos su horrible calor. Cuando llegamos al establecimiento Beretta, el staff fue muy afectuoso con nosotros y esto será uno de los recuerdos más valiosos que tendremos del viaje americano.

Seguimos la ruta nacional 41, atravesando un desierto atípico, con colinas dulces y colores muy guapos; nos quedamos para una oración cerca del lugar en recuerdo de James Dean, que se murió con su Porsche en el setiembre del 1955 y llegamos definitivamente en la costa para tomar la hermosa Ruta 1.
Llegamos a Morro Bay: en este pequeño pueblo de pescadores no hay muchos turistas y nos encanta con su linda naturaleza, donde reprendemos el hábito del picnic, con las ardillas a pocos metros de nuestros bocadillos...¡inolvidable! Nos faltan los últimos 350 kilómetros y llegamos en Santa Mónica en la tarde del 26 agosto, donde nos quedamos para la última noche antes de la meta.

Día final: primero llegamos a Santa Mónica Pier, donde encontramos el panel que marca el fin de la Route 66, la madre de todas las rutas según la tradicción americana. Después, cruzando los dedos, seguimos el increible tráfico de Los Angeles.

A medio día llegamos sobre la colina que domina la ciudad; Sunset blvd, West Hollywood donde está el famoso Walk of Fame, la fila de estrellas, dedicatoria inmortal de la ciudad para las personalidades de cine, teatro, televisión y musica.

Terminamos de la búsqueta del tesoro, con una victoria: claxon, gritos, bailes....¡todo vale!

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En la tarde llega el momento de abandonar Teresa en un cobertizo portual en Wilmington, cerca de Long Beach, lista para ser posta en un container y enviada a Italia. El adios es triste, melancólico y teatral (estamos en Hollywood); aunque al cuarto día se rompió el motor, para el resto del viaje ella se portó bien, fiable, económica y bastante poderosa (3 pasajeros y maletas pesadas).
Aguantó las montadas de Nuevo México, los desiertos de Arizona, y llegó a las temperaturas ‘saharianas’ de este verano muy tórrido.

En el avión que nos trae a Italia estamos ya pensando a otra aventura: Roma-Tokyo, ¡pero esta es otra historia!

Os dejamos, más abajo, con una amplia galería de imágenes y recuerdos del viaje. 

Davide Morando.

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