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El Garaje Clásico de... Lorenzo Suárez Dorta

22 Junio 2020 // Historia

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De una manera u otra, la pasión que siento por los coches clásicos y antiguos roza el perfecto vicio de la satisfacción, pues he disfrutado de casi todo lo que rodea esta devoción que ha acompañado al progreso y desarrollo de la humanidad por casi 150 años.

A través de la historia, el transporte, bien sea para podernos mover de un sitio a otro individualmente, con otras personas, con nuestras posesiones o el comercio, ha agudizado el ingenio del hombre en cuanto a la movilidad, ahorro de tiempo y viabilidad (recomiendo la obra del ilustre jienense Don Juan Camacho Ansino -El Automóvil y sus Siglos-, el cual sintetiza la evolución de la movilidad mecánica-autónoma desde el siglo XVIII).

Quisiera dejar claro que poco sé de mecánica, diseño o historia, soy solo un aficionado autodidacta que intenta aprender de los que de verdad saben, pues recreándome en las maquinas que veo y las historias que me pueden contar quienes las poseen, me alegra y complace muchas de mis inquietudes, pues valoro mucho quien conserva o restaura un vehículo para su satisfacción, compartiendo con los demás el resultado de su trabajo.

Por circunstancias de la vida, he tenido la suerte de haber vivido en las dos orillas del Atlántico y conocer las variedades de diseños, modelos y segmentos que se fabricaban en ambos continentes, que hoy en día puede ser mucho mas cercano a todos debido a la globalización que facilita la comunicación y rapidez inmediata, pero no por eso aun me siguen asombrando aquellos coches de las décadas de los 50 ó 60 que aún se conservan tan lozanos, no digamos de los antiguos de décadas anteriores que orgullosos (máquinas y propietarios) se resisten al olvido. Otra cosa sería la estancia y/o degradación en un garaje, local o descampado, al que su propietario por el motivo que fuere no le da la oportunidad de su recuperación y que con el paso del tiempo, en muchos casos, se vuelve imposible.

Por supuesto que tomar la decisión de adquirir o conservar un clásico conlleva una serie de responsabilidades que no pueden ser tomadas de un día para otro, pues antes de poseerlo si de verdad tomas esa decisión, lo primero y principal es tener donde guardarlo. Todo lo demás se puede ir aprendiendo y corrigiendo con el tiempo y buenos consejos de maestros especializados, coleccionistas y aficionados.

Aquí no puedo dejar pasar la oportunidad de homenajear a un gran amigo y maestro que nos dejó el pasado año: Don Jorge Naval Pérez, del que hace ya algunos años publiqué un reportaje en AUTOFOTO (nº 187, marzo de 2012), legándonos una importante y recomendada obra bibliográfica: la trilogía “Tenerife y el Automóvil”, además de “Fotingos, Guaguas y Camiones”. Considero de bastante importancia asistir a eventos relacionados (con o sin clásicos), pues interactuar con aficionados y ver de cerca esas máquinas nos hace tener más conocimientos de las mismas, ya que por mucho que sepa siempre habrá alguien que sabrá más que usted; compartir experiencias, hacer amigos, visitar museos nunca está de más, y en España tenemos la suerte de tener gran variedad. Pertenecer a un club homologado ayuda a protegernos dentro de una colectividad que defienda nuestra afición, contagiando fraternidad y empatía a muchas personas, no olvidemos la lectura de libros y revistas, incluso la información que nos puede aportar internet y sus redes.

Tengo la suerte de poder tener algunos vehículos que, aunque no son importantes como otras colecciones, ni míticos, tampoco tan viejos, ni tan jóvenes, procuro dentro de mis posibilidades tenerlos en las mejores condiciones, alguno de ellos cumplía funciones de uso diario hasta hace muy poco tiempo, incluso hay un proyecto de restauración que quizás glorifique y entretenga mi próxima jubilación. Por supuesto que, me gustaría tener alguno más, pero además de poder conservarlo también hay que saber disfrutar de lo que se tiene, no sería justo que yo hablara de mis clásicos pues seguramente caería en el aburrimiento extendiéndome en detalles propios, así que pienso sea mejor que las fotos que acompañan a este texto hablen por sí solas.

Texto y fotos: Lorenzo Suárez Dorta

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