La Vespa Militar
En todos los ejércitos, por lo general, la historia de la automoción intenta acoger, con la colaboración de sólo unos pocos, la pervivencia de este bien escaso que es el vehículo histórico, porque no se puede hacer tabla rasa con todo el material de apoyo, de este arte sin gloria, que constituye el colectivo vehicular de cualquier unidad militar operativa, de lo que, obviamente, hay mucho que contar. Esto sería un macrotrabajo que excedería de las dimensiones de este artículo.
Por ello, hoy nos ocuparemos de una pequeña muestra, haciendo una pequeña incursión en la Vespa “militar”. Entre los vehículos militares operativos extraños que se hayan fabricado (aunque no en España esta vez, pero se citan por su peculiaridad) se encuentra la Vespa “TAP” (Truppe Aero Portate), un ejemplo de cómo un apacible, doméstico, y de recreo scooter se puede transformar y adaptar en maquinaria bélica.
Sería construida a partir de 1956 en Francia, con motor de dos tiempos y 150 cc. Puede apreciarse el meticuloso trabajo efectuado para acoplarle a la máquina el cañón y su munición de la forma más compacta; aunque, eso sí, incómoda pero funcional (entre comillas), aunque la Vespa es un vehículo de dos ruedas tirando a pequeñas y de aspecto frágil, por lo que podría haberse montado esta experiencia con una moto de más cilindrada, con mayor y mejor sidecar y mucho más operativa que una Vespa. El scooter que se narra podía ser lanzado desde un avión, protegido por dos paracaídas, formando parte del equipo de los paracaidistas franceses y de la Legión Extranjera.
Un curioso detalle muy apreciado por los coleccionistas es que en el cárter y en la tapa del embrague (apunta RBA en su libro “Vespa Collection”, 2004) figura la marca “Piaggio”, en lugar de “Vespa”, como en los modelos italianos. Para llevar la munición del cañón de 75 mm, la Vespa disponía de dos soportes laterales que podían sostener hasta 6 contenedores sujetos con cinchas de algodón. Tras el escudo llevaba su correspondiente rueda de repuesto, además de dos bidones de dos litros para la mezcla y el aceite de reserva. Un grueso tubo de acero formateado protegía la trasera y laterales de los golpes y roces. A juicio de este autor tenía “pinta” de extraño artilugio, un tanto delicado, y poco dado a las ciencias bélicas para su desenvolvimiento ante un teatro de operaciones (vamos, zona de combate) abrupto, como es el militar.
Y si el lector lo permite y ¡con perdón!, esto recuerda más bien, a la gente de mi generación, a los sofisticados experimentos del profesor Franz de Copenhague, en “Los grandes inventos de TBO”.
Fco. Glez. Del Piñal Jurado