XVII Salida Gastronómica a Huesca
En esta ocasión la base era Huesca capital, y el hotel Sancho Abarca, punto de encuentro el viernes noche. El sábado se hizo un recorrido de 280 kms con visita por la mañana a San Juan de la Peña para, posteriormente, por el valle de Hecho saltar al de Ansó en su parte alta y llegar a las cercanías de Zuriza, con comida en una borda típica, la Chiquín. Por la tarde, vuelta a Huesca y cena de tasqueo (si es que quedaba apetito tras una comida pantagruélica). La visita guiada a San Juan de la Peña es fantástica. Del monasterio viejo, situado bajo un abrigo rocoso gigantesco, se le sabe origen anterior al siglo X aunque la edificación más vieja conservada corresponde a principios del XI cuando fue confiado a los benedictinos por Sancho el Mayor de Navarra.
Los valles de Hecho y de Ansó son otra maravilla, ésta paisajista, sobre todo en la época del año en que la vegetación de hoja caduca contrasta con la de hoja perenne. En todo el día no cesó de llover, una incomodidad molesta, aunque añadía un toque de melancolía al paisaje, muy del gusto de los aficionados a la fotografía. Montes nevados, bosques entre brumas, arroyos crecidos y los contrastes entre amarillos, rojos y verdes de la vegetación ofrecían un aliciente que compensaba la humedad sufrida… y alguna gotera en los clásicos. El domingo, ya sin lluvia, se giró visita guiada peatonal a la ciudad de Huesca. La guía turística, Berta, nos mostró lo notable que se puede visitar en dos horas. Pero la ciudad tiene alicientes para unas cuantas visitas más.
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Como transición entre el paseo y el almuerzo, la organización había contratado un aperitivo en un comercio de los que cualquier población debe enorgullecerse: “Ultramarinos La Confianza”, fundado en 1871 en la plaza mayor del casco viejo. La tienda en sí y su historia contada por su propietaria, una venerable señora enésima descendiente del fundador pero con mando tras el mostrador todas las horas del día, ya daría para horas de visita. Dispone en los sótanos de un espacio singular y acorde con el resto del local, donde se sirvió el aperitivo. Un aperitivo generoso. Tanto, que en el restaurante se haría patente la pérdida de fuelle de algunos comensales que ya no estamos para esos trotes.Tras alguna compra alimentaria de capricho (quesos, embutidos, galletas y pastas, todo aquello que no engorda), un fácil paseo hasta el Casino de Huesca que aloja el restaurante “Lillas Pastia”, lugar estrellado que justificaba el título de Salida Gastronómica. Allí nos recibió nuestro consocio Alberto Altemir, presidente del Huesca Club de Vehículos Históricos quien, con Javier Barrao, nos acompañó en la comida. Antes había relatado a los presentes la historia del casino, una entidad significativa en la vida de la ciudad con un edificio modernista muy interesante.
Tras la comida, que respondió a las expectativas como debe ser, y los parlamentos de rigor, vuelta al aparcamiento del hotel y regreso a casa. Resignado regreso al hogar donde seguir dura penitencia por los excesos cometidos, penitencia en forma de dieta prolongada hasta nuevo aviso de ensaladas y hervidos.
Y así, hasta el año que viene, si no antes, en que volveremos a caer en pecado.
Granera